lunes, agosto 14, 2006

El Jauja

Prohibido para nostalgicos
Luis Grene (La República)
Cuando el ambiente de Tupí-Nambá de la Plaza Independencia estaba medio chauchón, agarrabas para el Viejo Jauja y listo. Por principios de los años 30, estaba por la calle 25 de Mayo justo al lado de una casa donde mujeres polacas de novela recibían a sus clientes. Quizás por eso, el café tenía su fama en El Bajo montevideano. Mucha ginebra de porrón y para los finolis había un espumante francés que sacaban de una heladera de madera ubicada casi en la entrada. Todavía ni soñar con el gin fizz que recién llegaría en la segunda época del Jauja.
Tipos con sombreros de gacho salían de la casa de al lado y recalaban en el boliche para comentar las "exquisiteces" que hacían aquellas rubias llegadas de Polonia. Pero no sólo el tema prostibulario se charlaba en El Jauja.
También lo artístico y más aún, lo tanguero se conversaba cuando estrenaban alguna cinta de Gardel en los biógrafos de la zona como El Elegante por la Plaza Independencia. Había una discusión reiterada en sus mesas que trataba sobre el rumor de las peleas de El Mago con Lepera que tenía un carácter muy fuerte.
Los amantes del boxeo llegaban después de una velada de piñas y guantes en el estadio Yacaré, de la calle Piedras, y con un cafecito mediante rememoraban un gancho de izquierda del morocho Juan Silva gran boxeador de la Unión. Por la década del 40, ese boliche se mudó al sitio donde culminó su leyenda.
Agregando el rubro de sandwiches y saladitos para el copetín el Nuevo Jauja, como escribieron en sus ventanas, se ubicó en Bartolomé Mitre casi Sarandí. Con la llegada de un barman de experiencia comenzó a popularizarse su coctel más famoso, el gin fizz. Servido en copa chiquita ese trago invitaba a una seguidilla mientras el cítrico con el fino alcohol muy suave se subía al balero. Pareció ser un signo de El Jauja tanto en su primer local como en el segundo, el que estuviera cerca de las casas donde las damas practicaban la antigua profesión. Por los 60 en un sótano de enfrente hizo su aparición la boite Bonanza.
Ahí frente al Jauja, como antes con las polaquitas, comenzaron a abundar caballeros dispuestos a aligerar sus billeteras con hermosas mujeres.
Lo diferente fue que Bonanza comenzó a tener shows con artistas internacionales que en horas de la tarde mientras ensayaban o haciendo una pausa de noche, cruzaban el Jauja para descansar y reponer energías. Ahí estaba, en una mesa del fondo, la escultural y hermosa morena Zaima Beleño. También los parroquianos habituales veían siempre al recordado Pedrito Rico que a todos enloquecía con su éxito musical llamado "La Pachanga del colegio".
De día El Jauja tuvo clientes -muy ilustres- como Eduardo Víctor Haedo que hasta llegó a colgar sus cuadros en las paredes de ese café. También era habitué el queridísimo Manolo Lima que también ¡oh coincidencia! igual que Haedo siempre lucía una boina y expuso en ese ambiente muchas de sus pinturas y grabados.
Otro cliente fue Marianito Mores en los tiempos que lo contrataban para actuar en el Parque Hotel. Un sorbo al gin fizz y todos brindamos por El Jauja, todo un emblema del Montevideo del ayer. Con mas recuerdos y música los esperamos en la 1410 AM LIBRE. *

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